CUENTOS EN FAMILIA

En el CEIP Manuel Alonso, el Equipo de Infantil estamos llevando a cabo un proyecto que busca desarrollar las habilidades lingüísticas a través de la creación de cuentos personalizados, con la ayuda de las familias. Desde esta actividad que culminará con su edición en papel, pretendemos ir sembrando semillitas para que nuestros alumnos sean lectores activos y quién sabe…. FUTUROS ESCRITORES DE CAUTIVADORAS HISTORIAS.


MALONSO Y CARLOS HARANA

Había una vez un reino a orillas de un río custodiado por un simpático dragón de colores que dejaba que todo transeúnte que a bien lo tuviera, viniera a visitarlo. En lo más alto del reino, un castillo centenario atesoraba su patio de armas generando las envidias de aquellos que lo veían y en las faldas generosas de este reino, los pinares sonreían sabiendo que a sus pies manaba un agua que era de oro.

En este lugar se erigía una fortaleza donde sus habitantes se formaban para las aventuras del mañana. Tenía por nombre Malonso y hacia él se dirigía de la mano de su madre un pequeño caballero de pelo dorado, ojos de mar y alma libre. Entonaba canciones en su marcha y en todas ellas encontraba un estribillo que resumía su esencia:

-Hago lo que me da la ganaaa, lo que me da la ganitaaaa… 

-Carlos, cariño, recuerda que en escuela de Caballeros tendrás que obedecer.

Y Carlos avanzaba a su destino un tanto contrariado; pero al ver a los pájaros repiqueteando en la mañana, de nuevo dejaba su rostro encenderse y volvía a la felicidad de su mundo.

Con ellos iba siempre el hermano mayor, aventajado caballero que ya se había ganado menciones de honor en la escuela por su indudable valor: Adrián. Andaba este con paso firme y concentrado, y a bien decir, ponía un poco de orden en aquella comitiva no fuera que los cantos de los pájaros acabaran siendo un maleficio encantador que los apartara del camino recto.

Por fin, allí estaban: Malonso había abierto sus puertas un año más y nuestro personaje emprendería el sendero del saber.

No fueron fáciles los comienzos. Hubo llantos, filas desenfrenadas, madres que casi perdían los ropajes para ser convertidos en harapos a base de tirones inconsolables… ¿Tanto costaba que entendieran a esos pobres caballeros? ¿a las hermosas damitas? ¿No se estaba mejor en las camillas calentitas de sus madres o sus abuelas? ¿Acaso nadie entendía que era mejor jugar con los dragones de colores? ¿Jugar con los soles, las lunas y ese olor a pan calentito que a veces seguía inundando a su villa?

Todo estaba claro para el pequeño caballero: aquello no era justo.

Eso sí. Entre los muros de Malonso había una voz que no se daba por vencida. Había aprendido año tras año a forjar a generaciones de nobles caballeros y sabía que si se dejaba al sabio tiempo hacer su trabajo y no se perdía la sonrisa más de lo preciso, los llantos cesarían y el calorcito de los hogares de los pequeños caballeros y de las bellas damiselas sabría esperar a que tocara la campana al medio día, a la hora del bullicio de Malonso y al éxodo progresivo de sus habitantes. Esta maga en el ala Sur, de boca de fresa y ojos de azabache, era conocida como Lady Ana.

Entre las artes de entrenamiento de Lady Ana estaban los abrazos, los besos, los achuchones y el llenar de sonrisas un mundo que teñía de rosa cada mañana al llegar a Malonso.

Entre tanto, los ejercicios de entrenamiento empezaban a sucederse: trazos, tijeras, colores, lentejas, lentejuelas, sacapuntas, cartulinas… y no faltaban las reuniones en la Mesa Redonda: Asambleas que ayudaban a confrontar con el arma más preciada: el diálogo. Aquellas lecciones eran las más importantes y no era ningún secreto que muchos de los habitantes del reino, ya crecidos, no dominaban el arte de dialogar.

El pequeño Carlos de Harana, como decíamos, pasó unos días primeros furibundos; pero poco a poco, afloraron nombres que iba pronunciando cada vez con más alegría: el primero de ellos, compañero fiel de aventuras y alguna que otra travesura, su homónimo, Carlos el Hermoso. Y para completar sus sueños teatrales, una hermosa damita con nombre de Mar, revoloteaba en sus juegos:

-Ven, Marina. Nos están siguiendo…

Los días empezaban a transcurrir con calma, pero aún quedaban peligros y miedos que afrontar: el Comedor y el Recreo. Allí el pequeño Carlos concentraba sus fobias y sus miedos como si un monstruo lo persiguiera sin descanso… Llegaron las noches en blanco (digna de todo buen caballero y de toda buena madre de caballero), las pócimas de dalsy y apiretales, los berrinches a deshora y las horas apocadas… pero ahí estaban ellos, los Aprendices de la Hermandad de la Fresa, con todos sus amores por armas, y allí estaba ella, Lady Ana, la maga de las sonrisas.

Pronto los gigantes empezaron a sonreír también y los monstruos empezaron a aburrirse y se embarcaron en las nubes. Corría ya el Año Tercero, justo tras el verano en que las dependencias Sevilla de Malonso, tuvieron que derribarse para evitar inundaciones, y en ese año de bonanza y de magia extrema, ocurrió un fenómeno crucial para nuestro aspirante a caballero. Se puso de moda la poesía en Malonso. El reino se renovó. El aire parecía más limpio. Los versos jugueteaban alegres de las boca al oído, de padres a niños, de niños a magos…

Carlos entonces empezó a verle sentido a las enseñanzas. Quería leer, quería escribir, quería contar. Quería armarse caballero en el saber.

En ello andamos, la senda sigue. Malonso sigue ahí, siempre despierto. Entre danzas, risas, mochilas que pesan más de lo debido y sueños que acompañarán a sus habitantes de por vida, ligados a un patio de juegos donde las almejas se fosilizan en el albero y donde los futuros caballeros encuentran en sus rosadas armaduras dientes de dragón que habrán de poner debajo de sus almohadas para que la magia siga colmando para siempre sus noches.

Gracias por siempre, integrantes de la Hermandad de la Fresa; gracias por siempre, Lady Ana, por tu hermoso mundo; gracias Malonso, por hacer más fácil el abandono del calorcito del hogar. Aún conservo en la memoria mis fósiles de albero. El Arco que os abre las puertas del futuro, del saber, de vuestra autonomía y vuestra libertad os espera. Ánimo, caballeros. Ánimo, guerreras del mañana. Haced del mundo un mundo mejor. El futuro es vuestro.
En Alcalá de Guadaíra, a 6 de enero de 2018


En este día de encuentro con las emociones del recuerdo, con la ilusión y con la infancia. Con todo mi cariño, al colegio que un día fue mío y hoy es el de mis hijos. A tantos buenos maestros que siguen en mi alma, a Pepi Baena, a don Manuel Palacios, a mi amada señorita Lola (Lola Ramírez Garrido), a don Gregorio, a Antonio Díaz, a Don Diego... a tantos auténticos magos en la más hermosa profesión que existe a mi humilde entender. Y por supuesto, a mi querida Ana Nieto, de la que sigo aprendiendo y con la que disfruto tanto. Mi más profundo amor, mi respeto y mi admiración.
Elia Martín Castro

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